miércoles, 26 de enero de 2011

DÍA DE LA PAZ Y LA NO VIOLENCIA


"La paz no es la ausencia de tensiones, sino la práctica de la justicia."
Mahatma Gandhi, asesinado a tiros el 30 de enero de 1948.



La rueda de la paz

A la rueda rueda
del pipirigayo.

Niños de la tierra,
unid vuestras manos.

A la rueda rueda
del ajonjolí.

Unid vuestras manos
para no morir.

A la rueda rueda
del miramelindo.

Si la guerra viene,
morirán los niños.


A la rueda rueda
que no rueda más.

Paz para los niños.
Paz.

Fuente: Poema de Juan Rejano, en La rosa de los vientos, Ed. Vicens-Vives.

Tristes Guerras


Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes. Tristes.

Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes. Tristes.

Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes. Tristes.

Miguel Hernández, Cancionero y Romancero de Ausencias.


La cultura del terror/2

La extorsión,
el insulto,
la amenaza,
el coscorrón,
la bofetada,
la paliza,
el azote,
el cuarto oscuro,
la ducha helada,
el ayuno obligatorio,
la comida obligatoria,
la prohibición de salir,
la prohibición de decir lo que se piensa,
la prohibición de hacer lo que se siente
y la humillación pública
son algunos de los métodos de penitencia y tortura tradicionales en la vida de familia. Para castigo de la desobediencia y escarmiento de la libertad, la tradición familiar perpetúa una cultura del terror que humilla a la mujer, enseña a los hijos a mentir y contagia la peste del miedo.
Los derechos humanos tendrían que empezar por casa ─me comenta, en Chile, Andrés Domínguez.


Eduardo Galeano, El libro de los abrazos, Ed. Siglo XXI.

Suzanne Vega, Me llamo Luca.



La Muralla

Para hacer esta muralla,
tráiganme todas las manos.
Los negros, su manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Ay,
una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte.

¡Tun, tun!
¿Quién es?
Una rosa y un clavel...
¡Abre la muralla!
¡Tun, tun!
¿Quién es?
El sable del coronel...
¡Cierra la muralla!
¡Tun, tun!
¿Quién es?
La paloma y el laurel...
¡Abre la muralla!
¡Tun, tun!
¿Quién es?
El alacrán y el ciempiés...
¡Cierra la muralla!

Al corazón del amigo,
abre la muralla;
al veneno y al puñal,
cierra la muralla;
al mirto y la yerbabuena,
abre la muralla;
al diente de la serpiente,
cierra la muralla;
al ruiseñor en la flor,
abre la muralla...

Alcemos una muralla
juntando todas las manos;
los negros, sus manos negras,
los blancos, sus blancas manos.
Una muralla que vaya
desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, bien,
allá sobre el horizonte
...

Nicolás Guillén


Ana Belén y Víctor Manuel



FE

En la inmensa mayoría


Podrá faltarme el aire,
el agua,
el pan,
sé que me faltarán.

El aire, que no es de nadie.
El agua, que es del sediento.
El pan... Sé que me faltarán.

La fe, jamás.

Cuanto menos aire, más.
Cuanto más sediento, más.
Ni más ni menos. Más.

Blas de Otero




La pelea de las lagartijas
(Fábula tradicional procedente de Burkina Fasso, África.)

En una pequeña población, de vida tranquila y ordenada, dos lagartijas se enredaron a pelear enfurecidas, no ha llegado a saberse la razón pues nadie mostró interés por el altercado, excepto un perro que al pasar junto a ellas y verlas mordiéndose furiosas, las contempló con horror. El perro no podía permanecer impasible ante aquel doloroso espectáculo y se interpuso entre las lagartijas intentando separarlas.

-Chicas, chicas, dejad de pelear. No veis que os vais a hacer daño. Seguro que podemos solucionarlo hablando, por favor dejad de pelear.

Pero lejos de desistir, las lagartijas furiosas también golpearon y mordieron al perro. Viendo que no podía separarlas, decidió que era mejor buscar otra estrategia, pues veía con claridad que nada bueno podía resaltar de una pelea como aquella. Fue entonces cuando decidió buscar ayuda, seguro de que cualquiera vería como él la necesidad de parar aquella pelea, y creyó conveniente ir en busca de un experto en resolver conflictos. Repasó la lista de sus conocidos y rápidamente se puso en camino para conversar con el gallo, que le parecía que al vivir con una familia tan extensa, tantas gallinas y tantos polluelos, era seguro que tendría experiencia más que probada en apaciguar peleas.

-Amigo Gallo, necesito de su ayuda, hay dos lagartijas que se están peleando y no me quieren hacer caso. Por favor, acompáñeme y pongamos paz entre ellas.

- Pero perro, amigo mío. Yo ya tengo bastante con mis propios problemas, no vengas a contarme peleas de lagartijas que nada tiene que ver conmigo, déjame vivir tranquilo.

El perro, que era tenaz en la consecución de sus objetivos, no se desanimó y continuó penando. Quizás no necesitaba un experto, muy posiblemente era mejor buscara alguien grande y fuerte que con su sola presencia impusiera respeto, así las lagartijas al verlo aparecer se sentirían cohibidas y dejarían de pelear…pero si eso no sucedía, al menos alguien muy fuerte podría contenerlas sin que le dolieran sus mordeduras y sus arañazos. Piensa, piensa que te piensa, el perro repasó toda la lista de sus amistades, hasta llegar al burro,¡caray! Aquel era un magnífico candidato.

Acudió junto a su casa y se sentó a esperar, el burro trabajaba en los cultivos y no llegaba hasta que el sol no empezaba su camino descendente en el horizonte.

-Amigo burro, ¿cómo estás hoy? Acudo a ti porque sé que me ayudarás. Verás hay dos lagartijas que están enzarzadas en una pelea brutal y no he podido detenerlas. Si tú me acompañas seguro que a ti te harán caso.

-Muy bien, ¿cómo se llaman tus amigas?

-No lo sé, nunca las había visto…

-¿Entonces? No las conoces de nada y quieres que yo vaya a meterme en sus asuntos. Mira perro, yo por ti haría lo que sea, porque somos amigos.. pero por unas lagartijas que no conozco no voy a perder mi tiempo de descanso. Llevo todo el día trabajando sin parar y tengo hambre, déjame comer y deja de preocuparte por esas lagartijas.

Entre tanto, las lagartijas que continuaban en su lucha, habían trepado por la pared de una casa y se estaban peleando sobre el tejado de paja seca (no olvidar que es un cuento africano) y con tanto golpe y tanta carrera, la paja comenzó a ceder y fue cayendo dentro de la casa. En la casa vivía una anciana, muy muy anciana, que se encontraba preparando su comida de la noche, y al caer la paja seca sobre el fuego comenzó a formarse una gran nube de humo que llenó el interior de la vivienda.

La anciana intentaba salir, pero la lentitud de sus movimientos y los ojos cegados por el humo la hicieron chocar con los enseres que había en la vivienda.

-¡Ayuda!..ayuda…ayuda, gritaba cada vez de forma más débil.

La nube de humo se elevaba sobre el tejado. Los habitantes del pueblo la contemplaban horrorizados, y a la voz de incendio todos se pusieron en marcha. Alguien intentó entrar en la casa, pero el tejado se había desplomado impidiendo la entrada. Otras personas corrieron al pozo para transportar agua, el dueño del burro lo cargó con cántaros y lo tuvo haciendo viajes hasta que el incendio se dio por terminado.

Cuando el incendio estuvo apagado y al fin pudieron llegar junto a la anciana, la encontraron como dormida. Debido al humo había muerto por asfixia.

Sus vecinos y familiares entristecidos por la pérdida declararon un día de luto para celebrar los funerales, que realizaron según su tradición. No debemos olvidar que estamos en Burkina Faso, así que organizaron una gran fiesta con la que celebrar que aquella mujer había disfrutado de una larga vida, lo que da grandes oportunidades para ser feliz.

Como sabéis de sobra, las fiestas básicamente tienen los mismos componentes en todas las culturas, nada se celebra sin compartir una buena comida y sin la música, por eso para celebrar aquella fiesta decidieron asar unas cuantas gallinas y…un gallo ¿sabéis cuál?

Este cuento tan sencillo nos da una visión clara de cómo somos y cómo actuamos, como nos cuesta cooperar, nos cuesta preocuparnos por los demás y también nos cuesta trabajar unidos/as por un mismo fin. La comodidad y el miedo a los demás tira demasiado de nosotros hacia el interior de nuestras existencias, empobreciéndolas y poniéndonos en un riesgo grave, que no sabemos ver. Y es así que nos vemos abocados a cooperar cuando las cosas ya son tremendamente graves. Pero entonces no sabemos hacerlo bien, estamos demasiado acostumbrados a la competitividad, al individualismo y no conseguimos encontrar el equilibrio necesario entre nosotros mismos y ser parte de una colectividad.


FUENTE: Carmen Ibarlucea (comp.), Diez cuentos del mundo que ayudan a educar(nos), Asociación Cultural Tremn.

www.tremn.org





Diego Torres, Color esperanza.


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La pobreza: violencia invisible









1 comentario:

German dijo...

Le doy toda la razon a la letra de la cancion, ya seamos de piel negra, blanca...De estatura alta o baja...De un peso mayor o menor. No debemos discriminarnos por que al fin y al cabo TODOS SOMOS IGUALES, tenemos un corazon y un celebro...El interior de las personas es lo que importa.

PD: Me ha gustado la cancion >_<