lunes, 18 de octubre de 2010

Los amantes de Teruel


La historia de los Amantes de Teruel procede de una antigua tradición que relata los hechos supuestamente ocurridos a principio del siglo XIII. Don Diego de Marcilla es rechazado por la familia de su amada, Isabel de Segura, al carecer de bienes. El pretendiente consigue un plazo de cinco años para enriquecerse y parte hacia la guerra en busca de fortuna. Regresará cumplido el plazo, el día en que Isabel se casa con otro. Consiguen encontrarse y Don Diego pide un beso a Isabel. Ella se lo niega por estar ya casada y él cae muerto de dolor. Isabel se siente culpable y al celebrarse los funerales, se acerca al féretro de su amado para ofrecerle el beso que le había negado en vida. Al besarlo cae repentinamente muerta junto a él.
En 1555 se descubrieron las momias de los amantes enterradas en la capilla de San Cosme y San Damián. Según testimonios posteriores, también se encontró un documento antiguo que recogía aquel suceso. Juan de Ávalos esculpió las estatuas yacentes bajo las que reposan en la actualidad las momias. En esta escultura se aprecia que las manos de los amantes no llegan a juntarse del todo, como símbolo de este amor imposible en el mundo de los vivos.
La historia de los Amantes de Teruel ha sido motivo de inspiración en todos los campos de las artes. Entre los autores que la han recreado literariamente destacan Tirso de Molina en el siglo XVII y Juan Eugenio de Hartzenbusch en el XIX.

Acto V

Habitación destinada a ISABEL en casa de DON RODRIGO. Una gran ventana sin reja en el fondo que da vista a un jardín alumbrado por la luna. Luces en la escena.

[...]

Escena III

MARSILLA, que entra por la ventana. ISABEL.

[...]
ISABEL
¿Prometes
una orden mía obedecer?
MARSILLA
¡Ingrata!
¿Cuándo me rebelé contra tu gusto?215
¿Mi voluntad no es tuya? Dispón, habla.
ISABEL
Júralo.
MARSILLA
Sí.
ISABEL
Pues bien: yo te amo. Vete.
MARSILLA
¡Cruel! ¿Temiste que ventura tanta
me matase a tus pies, si tu dulzura
con la hiel del dolor no iba mezclada?220
¿Cómo esas dos ideas enemigas
de amor y de destierro hiciste hermanas?
ISABEL
Ya lo ves, no soy mía; soy de un hombre
que me hace de su honor depositaria.
Deslindar sus derechos es en vano:225
yo debo serle fiel, Dios me lo manda.
Marsilla, virtuosos hemos sido
hasta aquí; la pasión que nos inflama
es una virtud más: ¿por qué pretendes
en la última prueba profanarla?230
Si añadir que te adoro es necesario,
que en mi pecho tu imagen estampada
siempre conservaré, yo lo repito,
yo lo juro; mas huye sin tardanza.
Libértame de ti, sé generoso,235
libértame de mí.
MARSILLA
No sigas, basta.
¿Tú la ausencia me intimas? Es la muerte.
¿Cómo puedo vivir sin esperanza?
Yo proteger tu vida pretendía,
pero tus padres suplirán mi falta.240
No temas, no, que de mi fin te acuse.
Contento muero porque tú lo mandas.
Permite en recompensa que te estrechen
mis brazos una vez, y que su estampa
deje en tu frente cándida mi labio.245
ISABEL
No es posible, Marsilla: soy casada.
MARSILLA
Es mi postrera súplica.
ISABEL
¿No tienes
piedad de una mujer enamorada?
MARSILLA
¡Oh!, tenla tú de mí. Será el abrazo
de un hermano dulcísimo a su hermana,250
cual mi fe tierno, cual tu frente puro.
ISABEL
No te acerques.
MARSILLA
En vano me rechazas.
ISABEL
¡Dios eterno! ¡Salvadme! Deteneos,
Marsilla, o grito a don Rodrigo...
[...]
ISABEL
¡Hombre de maldición! ¡Ojalá nunca295
de Teruel las almenas avistaras!
¡Cruel! ¿Amor a reclamar te atreves
de una mujer por ti despedazada?
Ya te aborrezco.
MARSILLA
¡Oh Dios! ¡Ella lo dice!

(Cae en un escaño como herido de un rayo.)

No puedo más.
ISABEL
¡Qué miro! Se desmaya.
300
Perdóname un momento de despecho...
MARSILLA
Isabel me aborrece... ¡Me engañaba!
Aquí siento... ¡qué angustia! Yo la adoro...
y ella me aborrecía... ella me mata.

(Muere.)

ISABEL
¡Madre mía! ¡Favor! Marsilla... ¡Cielos!305
Parado el corazón, la frente helada...


Escena IV

Dichos. MARGARITA. Después DON PEDRO,

seguido de algunos

caballeros, damas y criados.

[...]

ISABEL
Yo le maté: quise alejarle...
que le odiaba le dije... El sentimiento,
el espanto... ¡Y mentí!
PEDRO
Ven, hija mía.
315
ISABEL
Pero también de mí se apiada el cielo.
Ya de la eternidad me abre la puerta,
y de mis ojos huye el mundo entero,
y una tumba diviso solamente
con un cadáver, y a su lado un hueco.320
¡Marsilla...! Yo te amé, siempre te amaba...
Tú me lloraste ajena, tuya muero.

(Arrójase sobre el cuerpo de DON DIEGO,

y expira quedando de rodillas abrazada con él.)

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